TERCER
INTENTO
Como
os decía anteriormente, la niñez no es un recuerdo que tenga latente y del todo
fiable en mi “montaña de recuerdos”, es más bien algo etéreo, como si no lo
hubiese vivido del todo, a veces es cierto que vienen como fogonazos de lo que
he podido disfrutar en mi casi inadvertida infancia.
Sé
que he sido feliz ya que, si de adulto, que se supone que lo tenemos más
complicado, para mantener el estado de “inalterable felicidad”, yo
habitualmente suelo sobrevivir a tal artimaña del destino, (..., destino y
de todos esos personajillos que nos ponen en nuestro despejado y encantador
camino, para tirar por tierra nuestro imperturbable estado de felicidad
constante) aunque he de decir que hay ocasiones en las que cuesta, y
tales personajillos, se van apoderando de mi
momento de “satisfacción permanente”, y lo hacen tambalearse y perder cierto
equilibrio hasta que me reúno conmigo misma, en una de esas charlas en las que ocurra
lo que ocurra, siempre salgo bien parada, ya que suelo combinar rectitud a la
hora de lidiar con ciertos estados internos alterados por los “desalmados agentes externos”, que osan alterar mi
equilibrado interior, que combinado con la suave y directa aplicación a mí
lastimado “estado de optimismo inquebrantable” ,(ya que si nos
despistamos se puede llegar a convertir en “estado de optimismo fugaz”,
así hasta su desaparición por completo, para dar paso a un “ estado de pesimismo permanente” del art.1º del
Capítulo A del CMLA (Código Mantén lúcida tu aura) que dice así:
Un estricta advertencia de..., “implacable aviso de vital alejamiento”.
Un
Código, por cierto, que en los momentos necesarios de la vida en lo que todo
parece irse de nuestras manos a las del propio destino, sin control alguno por
nuestra parte, viene muy bien, nos ayuda a encontrarnos a nosotros mismos de
nuevo, que en cualquier caso, somos los únicos y verdaderos, tanto causantes
como salvadores de cualquier experiencia que nos ocurra en esta gran aventura
que es llegar sin lamentaciones, a donde vosotros ya sabéis y yo no puedo
todavía nombrar.
Volviendo
a la misteriosa infancia, ¿de verdad soy la única que no consigo acordarme de ella en
un..., digamos sesenta por cien, que ya es mucho?, lo que sí puedo
deciros es que mi padre decía de ella (mi infancia), que se notaba claramente
que yo si a algo había venido a esta nuestra aventura, era a ser FELIZ,
pocas cosas o hechos solían alterar tal estado en aquella inocente etapa de mi
vida, muy pocas, de echo en las fotos en las que se me pedía que “por favor no hagas el payaso y ponte seria”, lo
que no se podía borrar por nada del mundo, ni siquiera hoy en día con el gran y adorado Photoshop, es el brillo y la
chispa que mis ojos emitían, los que han sabido mirar ya desde entonces y de
una forma un tanto peculiar al mundo y etapa que le ha tocado disfrutar.
Partiendo
de la base, entonces, que mí gran objetivo en esta aventura que es vivir, ha
sido el mantener esa chispa en mi mirada ya que, si existe ese brillo en mis
ojos, significa a su vez, que de momento el “gran propósito” de mantener el estado de FELICIDAD en
un nivel superior al de mi sentido
común, hace que las decisiones a tomar y mis actos vayan siempre predestinados
a convertirse en sabios resultados y unas inolvidables, radiantes y
satisfactorias experiencias.
...,
1 comentarios:
21 de octubre de 2015, 2:59
Tu sabes lo que pienso sobre el optimista.
para mi no es más que un pesimista cínico.
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